Información sobre la posible relación entre los implantes mamarios y el Linfoma Anaplásico de Células Gigantes (LACG)
Durante los últimos años han aparecido publicados en la literatura científica algunos casos de un raro tipo de linfoma, el Linfoma Anaplásico de Células Grandes (LACG), en mujeres a las que se las había colocado previamente unas prótesis de mama. Esto ha llevado a la comunidad científica internacional a reconocer la existencia de una variante de esta enfermedad y que se ha denominado Linfoma Anaplásico de Células Grandes Asociado a los Implantes de Mama: LACG-AIM.
Las siguientes son las respuestas que, en base al conocimiento científico actual, podemos dar en relación al LACG-AIM:
¿Es el LACG-AIM un tumor maligno?
El nombre de esta enfermedad se encuentra en discusión porque, mientras que los linfomas son tumores malignos del sistema linfático que provocan metástasis cuando se dejan evolucionar, en la mayoría de los casos de LACG-AIM la lesión queda limitada a la cápsula cicatricial que el organismo de la paciente forma alrededor del implante. De hecho, la presencia de un tumor limitado únicamente a la cápsula quizás debería denominarse “enfermedad linfoproliferativa benigna” más que “tumor maligno”, ya que cuando en medicina se habla de malignidad nos referimos a la capacidad de provocar metástasis o, cuando menos, la afectación progresiva de todos los tejidos vecinos por el tumor. Si el LACG-AIM es extraordinariamente raro, menos frecuentes aún son los casos de LACG-AIM en los que han aparecido metástasis.
¿Cuál es la causa del LACG-AIM?
No se conoce, pero parece que puede ser una respuesta inmunitaria crónica alrededor del implante mamario, posiblemente en mujeres predispuestas genéticamente. Últimamente están apareciendo estudios que inducen a pensar que el Biofilm (una cubierta de bacterias que se forma alrededor del implante mamario) desempeña un papel fundamental en la aparición de esta enfermedad.
¿Tienen alguna influencia el tipo o marca de los implantes sobre la aparición del LACG-AIM?
Por ahora NO existen suficientes evidencias en la literatura científica que relacionen la aparición del LACG-AIM con alguna característica específica del implante, como tipo de cubierta o contenido de gel y, menos aún, con una marca comercial determinada. Aunque existen autores que relacionan el LACG-AIM con prótesis de superficie muy rugosa, otros niegan categóricamente este hecho.
¿Es frecuente el LACG-AIM?
Hasta la fecha se han descrito 173 casos de LACG-AIM en todo el mundo, lo que supone una incidencia bajísima, concretamente de una de entre 500.000 pacientes portadoras de implantes mamarios (se calcula que existen en el mundo entre 5 y 10 millones de mujeres que llevan implantes de mama).
Para hacernos una idea de la escasa incidencia de esta enfermedad conviene recordar que, según la Sociedad Española de Oncología Médica, los cinco cánceres más frecuentes en la mujer en España en el año 2012 fueron, de mayor a menor: 1º) mama, 2º) colon y recto, 3º) endometrio, 4º) pulmón y 4º) ovario. En ese año la incidencia del cáncer de mama fue de, aproximadamente, 1 de cada 2.000 mujeres y la del cáncer de ovario, de 1 de cada 10.000 mujeres.
Otro dato: aproximadamente una de cada 10.000 personas muere en Europa cada año en accidente de tráfico. Es decir, que una mujer que tenga implantes de mama tiene muchas más posibilidades de morir en un accidente de tráfico o que le diagnostiquen un cáncer de ovario, y más aún de mama, que sufrir un LACG-AIM.
¿Cómo se diagnostica el LACG-AIM?
El signo más frecuente del LACG-AIM es la aparición de un seroma, lo que provoca un aumento de volumen en la mama, pasados más de 6-12 meses de la intervención. El seroma es un acúmulo de líquido claro que puede aparecer en cualquier espacio anatómico disecado durante una intervención quirúrgica. Llamamos seroma tardío al que aparece 6-12 meses después de la intervención y se presenta en menos del 1% de las pacientes a las que se les ha colocado un implante de mama. La aparición de un seroma tardío NO implica la existencia de un LACG-AIM, pero el líquido que lo forma debe analizarse para descartar esa posibilidad. Menos frecuentemente, el LACG-AIM puede aparecer como una masa o, más raro aún, como una erosión o ulceración en la piel de la mama. En cuanto a los síntomas, la paciente suele referir molestias difusas más que auténtico dolor.
Por los casos publicados hasta ahora, sabemos que el LACG-AIM aparece, de media, 10 años después de la colocación del implante (desde 4 meses hasta 25 años). En el momento del diagnóstico, la edad m¬¬edia de las pacientes es de 50 años.
La confirmación del diagnóstico se realiza, en primer lugar, mediante punción y análisis del líquido (cultivo y citología) que constituye el seroma. Si el resultado es positivo, la paciente debe ser intervenida para retirar el implante, extirpar toda la cápsula que lo rodea y realizar una biopsia de la misma (el estudio citológico del líquido de forma intraoperatoria no es suficiente).
Por lo tanto, cualquier seroma tardío sin antecedente de traumatismo alguno en una paciente portadora de implantes mamarios, especialmente si el seroma es recurrente (es decir, si vuelve a aparecer una vez drenado), debe drenarse y analizarse con el fin de descartar la existencia de un LACG-AIM.
Finalmente, en función del resultado del análisis del líquido, podría ser necesario realizar una biopsia de médula ósea y un PET -Tomografía por Emisión de Positrones- (prueba similar al TAC) con el fin de descartar una posible afectación de la médula ósea y/o presencia de metástasis.
¿Debe realizarse un diagnóstico precoz, como ocurre en cualquier tipo de cáncer, para no empeorar el pronóstico del LACG-AIM?
No. Parece que el retraso desde la aparición de los primeros síntomas hasta la instauración del tratamiento no agrava el curso de la enfermedad (lo cuál va en contra de la clasificación de LACG-AIM como tumor maligno o cáncer).
¿Cuál es el tratamiento del LACG-AIM?
Aunque todavía no existe consenso al respecto, parece que el tratamiento del LACG-AIM consiste únicamente en la retirada del mismo y la extirpación completa de la cápsula que lo envuelve (capsulectomía total). No parecen ser necesarios ni radioterapia ni quimioterapia, aunque esto dependerá finalmente de los resultados de la citología del líquido del seroma (y, secundariamente, de la biopsia de médula ósea y del PET, si hubieran tenido que hacerse estos). Para el seguimiento del LACG-AIM ya tratado, se recomienda hacer una revisión cada 6 meses durante 5 años, incluida una ecografía anual.
¿Puede volver a colocarse un implante de mama después del tratamiento?
Aún no se sabe si después de retirado el implante es seguro volver a colocarse uno nuevo, una vez transcurrido un período libre de enfermedad, que se establecería a través del PET, ni cuál debería ese período libre de enfermedad (¿6 meses?, ¿1 año?, ¿más tiempo?).
CONCLUSIÓN
Son necesarios más estudios para establecer con seguridad la causa y el tratamiento del LACG-AIM. A fecha de hoy, la obligación de los profesionales sanitarios, basados en el conocimiento científico, es la de recomendar TRANQUILIDAD a todas las pacientes portadoras, o que deseen serlo en el futuro, de implantes de mama. La propia FDA (Agencia del Medicamento de los EE.UU.), reconocida por su tremenda rigurosidad, afirma que “…la existencia del LACG-AIM no debe constituir una preocupación para las pacientes portadoras de implantes de mama o que desean someterse a una intervención de este tipo, dado el mínimo riesgo que supone, debido a la mínima incidencia del LACG de mama”, y añade que “… en la actualidad no puede establecerse una relación causa-efecto entre el LACG y los implantes mamarios”.
Por último, se hacen estas dos RECOMENDACIONES a todas las mujeres portadoras de implantes de mama:
- Realizar las revisiones habituales con su ginecólogo, para la valoración del estado de su mama, y también con su cirujano plástico, para detectar la aparición de una posible complicación y valorar el estado de los implantes con el paso del tiempo.
- Contactar con su cirujano plástico si, durante la autoexploración de su mama, la paciente nota dolor, la existencia de algún bulto (¡ojo!, no confundir con los pliegues habituales de las prótesis) o un aumento en el volumen de la mama (o presencia de líquido) pasados 6-12 meses de la intervención.