Cuando empecé a trabajar en cirugía estética, allá por 1995, oía de vez en cuando decir a algún compañero, con muchos años de experiencia en cirugía estética, que “el paciente de cirugía estética era una pesadez” (bueno, lo expresaba con otra palabra…). Sobre todo, cuando lo comparabas con el de cirugía reparadora. En aquella época, debido a mi inexperiencia en este campo, y quién sabe si también a la falta de humildad propia del novato, pensaba que quien decía eso era porque no llegaba a obtener los resultados deseados. Ya fuera por falta de exigencia en el planteamiento de los objetivos o por falta de destreza para la consecución de ellos en el quirófano.
Pues bien, después de casi treinta años de experiencia en cirugía estética, ahora entiendo a lo que se refería aquel compañero. Es conocido el hecho de que un cirujano puede llegar a conseguir el mejor resultado posible en un paciente determinado y que él o ella no estén de acuerdo con eso y, por tanto, se sienta insatisfechos con la intervención.
¿Podemos asegurar que todos los pacientes que se someten a una intervención de cirugía estética estarán satisfechos con su resultado, aunque éste sea objetivamente bueno? Rotunda y claramente, no. Cuando empezamos a trabajar en cirugía estética creemos que haciendo una correcta indicación y ejecutando a la perfección la técnica quirúrgica conseguiremos un buen resultado. Eso puede ser cierto desde el punto de vista objetivo, pero una cosa bien distinta es que el paciente lo perciba de la misma manera. Todos los cirujanos plásticos con experiencia tenemos algún paciente insatisfecho con el resultado de su intervención, aunque este pudiera ser calificado como bueno, incluso excelente, por testigos objetivos y bien informados.
¿Por qué ocurre esto? ¿Y existe alguna forma de evitarlo? Yo no creo que se pueda evitar en todos los casos pero sí hay cosas que podemos hacer para conseguir que sean casos excepcionales.
En primer lugar, con información, con mucha información. De ese modo, el cirujano conseguirá que el paciente tenga unas expectativas realistas sobre su intervención. Algo muy útil para lograrlo es mostrarle muchas fotografías de otros pacientes ya intervenidos, para que se haga idea del resultado a obtener.
Y, en segundo lugar, con la selección del paciente. Nunca debe operarse a un paciente que no tenga unas expectativas sobre su intervención, porque será cuestión de tiempo que se sienta insatisfecho con el resultado. Y eso es muy frustrante. Para el paciente y también para el cirujano que sea honesto y responsable.
Todos los textos señalan como objetivo real y realista de la cirugía estética, mejorar el aspecto del individuo, y no la consecución de un resultado perfecto (entre otras cosas, porque lo que es perfecto para una persona puede no serlo para otra…) Al final, el objetivo real de la cirugía estética es conseguir un paciente satisfecho. Y esto se consigue, insisto, con información y con selección.
Por otra parte, existe un determinado tipo de persona que a ningún cirujano plástico le gusta recibir en su consulta como paciente (y que, por su propio bien, no debería entrar en ella solicitando una intervención): el inconformista. Es esa persona que siempre se está lamentando de tener el 5% de su botella vacía en lugar de disfrutar del 95% de la botella llena. El inconformista nunca está contento con nada. Ni con su vida ni, por supuesto, con el resultado de su intervención de cirugía estética. Si usted es de ese tipo de personas, lo mejor que puedo hacer desde estas líneas es recomendarle que no se opere.
Tengo claro desde hace tiempo que el mayor avance de la cirugía estética está por llegar. Y no precisamente de la mano de un cirujano plástico, a través de una técnica quirúrgica revolucionaria, sino de la de un psicólogo. De un psicólogo que diseñe un test que detecte aquél paciente que va a estar descontento con el resultado de su intervención, por bueno que sea éste (y, aunque usted crea lo contrario, los hay). No sé si alguna vez se conseguirá, pero de ese modo podremos recomendarle a esa persona que no se opere, evitando su insatisfacción y también la nuestra.